miércoles, 27 de mayo de 2009

Entrega uno

I

Cuando me dijiste lo que sabias solo pude ver de qué lado me encontraba y no fue tan claro.
Sentado en ese bar, sabiendo la verdad, nunca fue más atemorizante la expresión de un rostro.
Todo cobra otro sentido ahora que lo sé. Bien, así son las cosas dije y tome todas mis fuerzas para levantarme de la silla e irme del lugar. El camino a casa fue muy largo, el cielo parecía caerse sobre mi cabeza y mis pies pesaban mucho más de lo normal.
Al llegar a la puerta de mi casa, no supe si entrar o quedarme ahí por siempre, esa duda la mantuve por unos interminables segundos. Entré devastado por las novedades. Sin duda ese fue el peor momento que alguien haya vivido jamás, aun así logré llegar a la heladera y tomar una fruta con la esperanza de que esta lo pudiera cambiar todo, nada ocurrió.
La ilusión del no saber algo es placida, la escusa es perfecta, no lo sé, con eso basta, hasta el momento en que la verdad choca con la realidad y no hay otra que aceptarla.
El camino fácil ahora es una gran pendiente con rocas afiladas por todos lados y la vida es subir sin importar lo que cueste. Bueno señores, pensé, yo me bajo aquí, no voy a escalar más, el camino parece imposible. Lo ya recorrido parece cada vez menos y el suelo está cada vez más cerca, pero cómo, ¿lo avanzado ya no cuenta? Al parecer las reglas de este juego son esas, una piña bien puesta y retrocede mil casilleros, sin antes tomar una sola precaución, porque los precavidos no suben mucho, solo los osados son los que llegan lejos.
La fruta supo a cal, pero la terminé. Los sabores y los olores ahora son recuerdos melancólicos de una vida pasada que no termina de pasar.
Caminé por la habitación tratando de evitar desplomarme en la cama, pero duré unos segundos y ahí caí, con la intención de no levantarme. Logré dormirme después de un rato, creo que fueron dos o tres horas, no sé, parecía obstinado a no dejarme vencer por el agotamiento de una noticia así.
Un día ha pasado ya, el sol del mediodía me obliga a subir las persianas y mirar hacia el cielo, logré hacerlo sin pensar mucho en ello. El cielo y el sol han sido siempre buenos refugios del suelo que resiste mis pisadas. Es una buena sensación, me aferro a ella. Por un instante volví a mi libertad.
El almuerzo es un tramite engorroso hoy, pero el cuerpo lo demanda y aun le respondo. Los sabores siguen atrofiados en mis papilas gustativas, pero, creo que la comida estaba rica. Una vez más doy vueltas para no caer, está vez en el sillón, pero no me resisto.
El agotamiento es imperceptible y el sueño no llega, extrañamente me siento descansado. No me permito dormir, tus palabras se repiten en el aire una y otra vez, sigo sin decidir qué hacer. Al fin, una somnolencia logra invadirme, trato de evitarla con un movimiento brusco y caigo del sillón a lo que creía un piso frío y duro.
Abro los ojos y el piso no estaba, solo mí calida cama y las cobijas dándome calor en un gris invierno. Me sobresalto y trato de abrir más mis ojos para darme cuenta que había sido engañado por un sueño maldito, nadie había muerto, nadie me había dejado, el mundo no iba a terminar, por ahora. Con una gran sonrisa salté de la cama en búsqueda del sol, mi fiel amigo, y ahí estaba invitándome a salir a ver que hay.

No hay comentarios: