sábado, 12 de diciembre de 2009

Ahorcado

Comencé mi caminata hacia mi destino pensando en lo merecido que lo tenía, aun así rogué por un milagro, sin creer en los milagros, eso me quitó mis últimas esperanzas de que realmente ocurra.
Todos estos años, tanto vi, tanto hice, ya casi no recuerdo un momento en el que fui bueno.
Todos están expectantes, me miran al pasar, se que hay gente ansiosa por verme subir a su pequeño escenario de la muerte, quieren ver y sentir mi cuello romperse en mi momento más glorioso. El verdugo me acompaña, su sonrisa me hace dudar de que lado está, pero sus empujones lo confirman, él también está ansioso por cumplir su deber.
Nunca supe lo que es arrepentirse, tampoco creo que sea el momento de aprenderlo, así que solo camino, sin basilar a mi lugar, al lugar que me corresponde, lo sé, no es una novedad que todo termine aquí. En especial sabiendo donde todo comenzó.
En mi primera vez lo supe, ya no tendría vuelta atrás, no la hay para gente como yo, jamás sentí nada por mis victimas, no importaba el motivo por el cual debían morir, yo solo lo hacia y debo admitir que sentía cierto placer en ello, creo que es por eso que nunca dude, nunca, ni un instante, mi pulso jamás tembló.
Mis segundos desobedecen a su regla y se hacen eternos, los pasos, sin embargo, no me pesan, no más de lo que pesan mis cadenas, por fin estaré libre de ellas.
Inhalo, exhalo. Mi respiración no lo duda, soy quien camina a su verdad, mi corazón palpita fuete, yo también soy de los ansiosos, pero por distintos motivos, creo.
Son los últimos pasos antes de que me tapen la cabeza, miro al verdugo y veo en él al último ser vivo que veré y pienso en abrazarlo, pero solo lo pienso.
Es aquí donde comienza mi viaje, espero ver a mi creador y decirle que acepto, solo eso, acepto lo que me toca, no necesito saber por qué lo hice, eso ya lo sé, libre albedrío suelen llamarlo. Todas y cada una de mis decisiones fueron mías.
Extrañamente, con mi cabeza vendada, siento que el prime escalón se aproxima. Son mis últimos escalones, trato de sentirlos antes de que se acaben, la madera rechina suave y emite un sonido que siempre odié, salvo hoy. Hoy es casi una melodía, mis oídos están escuchando lo último que no nos odia, luego serán solo insultos y odio, tal vez arrojen algo, no lo sé.
El ultimo escalón, ya puedo sentir el sol del mediodía entrar por detrás de la cortina, es la entrada a las tablas que se llevaran mis pasos finales.
Pienso en la madera que otrora fuera un árbol en un bosque, eso me calma.
Luego del primer paso siento el vacío que hay debajo de esas tablas, la caída debe ser bastante alta.
Son tres pasos a la soga, sigo mi camino firme, la ignorancia de lo que vendrá alivia mi temor.
Mi verdugo me acomoda la soga al cuello, ya no siento nada, ni siquiera esa ansiedad, solo una áspera soga.
Me piden unas últimas palabras y yo solo digo: “Suerte y asegúrense de que no vuelva”