sábado, 24 de marzo de 2012

24-03

Cuando escucho cosas malas, pienso en la maldad y lo básico de su existir. La maldad puede ser una decisión, puede ser un acto hecho a todas luces, una idea.
Saber que tus pasos serán los últimos sonidos que alguien escuchará. Saber que tus ideas apagan luz, esa que llevamos dentro. Que un último aliento ajeno es tu idea. Que los gritos, las suplicas, los llantos son tus medios para tu idea. Esa idea que destroza corazones y viola pensamientos, que aniquila gentes, que nos aniquila de a uno, de a cien, de a miles, a los que no supimos de maldad hasta que tus ojos llegaron. Esos ojos que vinieron a robarse los cuerpos, esconder las almas, llenar de silencios miedosos los rincones de las casas. Tu idea, esos tipos cortando carnes, quemando carnes con la las luces, esas luces que usaste en un estadio, lleno, siempre lleno. Esa idea que no le importa que la muerte y las madres de izquierdas y derechas no entiendan nada, que la muerte sólo llega y que las madres sólo quedan. La maldad, la inexpugnable maldad de tu idea que oscurece cada cielo en cada vuelo de esos tantos que sabemos pasaban por arriba de los techos de millones. Esa, tu idea, que hoy me quiere con los ojos llenos de rabia, pero hoy mis ojos tienen lágrimas por el recuerdo de aquellos, que el inexpugnable soy yo ante tu maldad y que nunca, pero nunca más verás a un pueblo de rodillas ante el frío del metal que representa tu puta idea.

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